viernes, 11 de septiembre de 2009

III - Sobre debates literarios y culturales de nuestros días



Sobre debates literarios y culturales de nuestros días

Por: Odalís G. Pérez


Un debate literario y cultural debe tener un perfil crítico, teórico y educativo, instruido también por una memoria cultural en movimiento, constituida por un trabajo ligado a la formación de un sujeto social que participe de dicha experiencia, así como de un campo expandido de realidades, prácticas ideológicas, discursivas y contextualizadas. El elemento que se propone como debate se convierte en una cardinal de aclaración, justificación y motivación, teórico-critica, tendente a elucidar los términos, visiones y puntos del debate.

Pero en el presente caso, donde ha estado envuelto el género denominado novela en los conocidos “premios nacionales de literatura y música”, donde como sabemos, ha habido objeciones, oposiciones, disensiones, a propósito de las decisiones del jurado responsable de premiación (2008) en el renglón ya mencionado, el universo de discusión no ha rebasado la línea del bizantinismo que se quiere imponer como defensa, y que en sus objetivos no ha cumplido más que con su ya conocida penuria epistemológica y dislates definicionales.

La concepción que se tiene de una problemática literaria y conceptual en el país ha sido atravesada por un desconocimiento de generalidades y especificidades, al momento de evaluar un producto literario o verbal. Tanto los “atacantes” como los “atacados”, los “criticones” como los “creadores” padecen del mismo mal: la ceguera, la precariedad teórica y filosófica.

Un recurso literario es, muchas veces, un cuerpo marcado por una ideología dominante. Sus bases constituyen un uso, un pretexto, un obstáculo, una justificación para discriminar, eliminar, favorecer, obligar, motivar y desmotivar, como parte de una concepción de poder vigente en un momento sociocultural determinado, pero además, como línea estratégica de influencia, clientelismo y política de una determinada cardinal de interpretación.

En los últimos debates literarios, los llamados crítico y “contrincantes”, se desbordan, se desgastan en explicar nociones a todas luces insuficientes, falsificadas en su pretendida explicación, manipuladas en sus contextos de uso y singularidad. Las falacias, equívocos conceptuales, deformaciones nocionales y telarañan epistémicas, se particularizan en la opacidad cognoscitiva, en el embrollo definicional y sobre todo en un pésimo y desnivelado registro de escritura y análisis.

En efecto, se quiere hablar a nombre de una razón no razonable, de una doctrina pseudoacadémica y de un “catecismo doctrinario” al explicar fenómenos que se resisten a ser clasificados o legislados por un supuesto crítico ya arruinado debido a su concepción monovocálica, monológica y unidireccional. Se quiere aclarar la función, escritura y particularidad de un género que, como la novela, el ensayo, la poesía, la novela biográfica o autobiográfica sugieren variantes, estilemas, ideológicos, textemas, usos enunciativos complementarios y narrativos.

Lo que se concentra en un debate como el actual es algo que escapa a la literatura misma. Tras conformarse una impresión que involucra la personalidad traumática del llamado “crítico” o evaluador de resultados literarios, asistimos a una información borrosa, anómala, inconsistente. El debate se convierte en una escena que nada tiene que ver con las disciplinas denominadas estudios literarios, teoría crítica, textología, ciencia de la literatura, crítica de los métodos de análisis literario o teoría de los géneros literarios.

Pero aun más, la misma ideología de la representación que descansa en el “debate”, pierde poco a poco su trazado cuando el espacio de conocimiento y productividad denominado literatura, se convierte en una local “querella” de pretendidos analisistas teóricamente arruinados y afectados por alguna tendencia, estereotipo ideológico, o dirección de la historia o la crítica literaria de nuestros días.

Ciertamente, nos preguntamos ¿para que sirve la crítica literaria? ¿Cómo debe orientarse un debate literario donde el lector quiere saber, obtener informaciones veraces sobre una determinada problemática, teórica o creacional? ¿Debe poseer el participante un estatuto epistemológico objetivo o subjetivo?

Se trata de una conjunción axiológica. En el momento en que el debate se convierte en provocación, tergiversación conceptual, trampa nocional y degeneración tendenciosa, ocurre lo que hasta ahora está sucediendo: un columnista del suplemento Areito ha quedado solo, repitiendo lo mismo ad nauseam, impartiendo malas lecciones de lo que debe ser el análisis propiamente literario, corrigiendo sintaxis y el mismo cometiendo errores elementales de expresión; acusando a críticos y estudiosos que no están necesariamente activos en dicho debate, pero que no participan directamente debido a la poca garantía de publicación de sus respuestas al “columnista” del suplemento Areíto, que en su condición de colaborador fijo puede asediar a quien sea que disienta de sus ya conocidos y “recalentados” “juicios literarios”.

Así pues, la práctica más advertida del columnista en cuestión en este debate es la clasificatoria, legisladora, autoritaria, desfundamentada, desatinada y desajustada, que conocemos debido a su constancia en este suplemento literario y cultural.

Las pruebas están en los últimos dos años de edición del suplemento Areíto, donde los lectores han sido prácticamente arropados, invadidos, obligados a tragarse la enorme masa textual repetitiva, doctrinaria, maledicente de un “juez”, de un informador que dice conocer “todas las teorías literarias al dedillo” y que ha llegado a la “genial” conclusión de que la aportada por él es la que “resuelve” el problema de la literatura, la lengua, el ritmo, el Estado, el poder… y todo tipo de problemática sobre el lenguaje, la literatura y la “metafísica del signo”.

En efecto, bajo un trazado intelectual insostenible por lo acusador y vocinglero, no resulta grato entrar a un debate donde el juez ya ha construido una “casa” de dos plantas o duplex, en un suplemento, pero que además posee una “tribuna” con apoyos de la dirección de dicho suplemento, cuya función debe ser acogedora de ideas diversas y opiniones abiertas sobre un fenómeno cultural o literario. Insistimos que cuando se critica un producto premiado sea este novela, ensayo, poesía u otro que ha conmovido, molestado o exaltado a cierta comunidad política interesada, prejuiciada o provocada por una autora o autor, dicha crítica debe instruir y no mentir o ensañarse con el escritor, editorial o pensadores que no están involucrados en los resultados de una premiación que por demás reproduce la ideología, el sistema cultural dominante.

Ahora bien, la posición de una “querella” de modernos, pide información y tratamiento crítico de la misma, sin que esta deba sugerir o tener como base una teoría del lenguaje, una teoría del ritmo o una teoría del poder, para luego transformar la vida, la literatura y el sujeto. Todas estas “pantomimas” ideológicas y pseudocríticas, no producen más que hilaridad a los especialistas, sin embargo a los estudiosos, comparatistas, teóricos e historiadores de la producción textual y de las ideas literarias, le producen agrura, rechazo, resistencia, máxime si se les quiere imponer ideas desfundamentadas y sin respaldo heurístico o mitodológico donde un pequeño y senil “patrocinador” y poseedor de una “tribuna” en un suplemento cultural, sacraliza a un maestro (recientemente fallecido), al que ha saqueado, tergiversado, repetido y endeudado por mor de su autoridad, en un espacio donde el alumno también lo ha indispuesto, falsificado, agrietado, “vendido” como horizonte de expectativas, y finalmente endiosado como solución a todos los problemas literarios, filosóficos y culturales de nuestra una tradición. ¿Crítica radical? ¿Valoración real? ¿Debate o resentimiento social? La historia de los errores institucionales y jurisdiccionales han constituido la tragedia y la paradoja de nuestra cultura. (continuará)

3 comentarios:

  1. Hola querida clara, muy interesante este artículo, de veras, aporta datos y conocimientos nuevos.

    Por cierto, ya que veo que te gusta el mar y sus brabucones piratas, te recomiendo, si no has podido leerla aún, cabo trafalgar de Pérez Reverte, magnífica.

    Un abrazo. Angel (voltios)

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  2. por cierto clara, te sigo leyendo, un abrazo.

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  3. Gracias, Ángel o Voltios, por tu atención y seguimiento. Lo valoro. También te comencé a seguir hoy, interesante espacio. Gracias por la recomendación del libro. Mantenemos la conexión.

    Un abrazo también.

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