Algo está pasando y, aunque nos damos cuenta, se sale de control. Al parecer estamos viviendo una mala hora, que se traduce en tiempos de cólera y desesperación. Ahora todo lo imposible es posible, y parece que nos encaminamos a la tierra de nunca jamás, digo esto, porque el mundo se está convirtiendo en el lugar en donde nunca deberíamos pensar vivir. Claro está, me refiero a que todos soñamos con poder vivir decente y adecuadamente.
Lo cierto es, las cosas son así. Y, parece, tenemos dos únicas opciones: aprendemos y nos adaptamos o nos resistimos al desastre. Yo, como algunos de mis amigos con los que comparto, elegimos la segunda y seguiremos intentándolo desde el lugar que ocupemos. Mi solidaridad a José Ángel Barrueco, a quien aprovecho la ocasión para agradecerle que me enviara su libro: Le aplastaré con mis versos, compartida en un mismo volumen con Javier Das, con el nombre de No hay camino al paraíso.
Y aunque quisiera descargar mi indignación por lo sucedido a José Ángel Barrueco, al tiempo de explicar lo sucedido, prefiero dejar a ustedes el texto publicado por David González el domingo pasado en su blog: http://www.perdonameperoteamo.blogspot.com , con el que estoy totalmente de acuerdo, y con el que luego de leerlo, cualquier otra palabra sale sobrando. Gracias, también a David, pues a través de él, pude conocer la poesía y el trabajo de Barrueco, y así tener la oportunidad de presentarlo por estos lares.
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Texto publicado por David González
domingo 4 de octubre de 2009
JOSÉ ÁNGEL BARRUECO
Hoy es un día de reflexión, por así decir. José Ángel Barrueco, mi hermano, ha escrito su último artículo para cierto diario de Zamora del que no escribiré ni el nombre. A lo que se ve, en dicho diario, e imagino que en otros también, han empezado a hacer recortes de personal, empezando por prescindir de los columnistas. La culpa, como viene siendo habitual, es de la crisis, claro. Lo que es inconcebible, con crisis o sin ella, es que un diario de provincias prescinda de un tipo, Barrueco, que llevaba escribiendo para dicho periódico desde hace la friolera de 8 años. Sí. Ocho años. Se dice pronto, ¿eh? Y lo más increíble es que desde hace 8 años, Jab, escribía un artículo diario, con lo que, si hacemos cuentas, ha escrito más de 3100 artículos para dicho diario de provincias. Pero no es la cantidad lo que cuenta. Es la calidad. Y cualquier lector que haya leído los artículos de Barrueco no podrá negar la calidad de los mismos. Esto me hace reafirmarme en mi idea de que el talento, el trabajo, el esfuerzo, el escribir de manera impecable, son cuestiones que ya no le importan a nadie en esta sociedad en la que solo pensamos en salvar nuestro cuello y que les den por el culo a los demás si los ahorcan. Pero ya debería saber que los mediocres, los que tienen siempre miedo, se superan a sí mismos en su mediocridad y en su estupidez, ya que a nadie con medio dedo de frente se le ocurriría decirle a alguien a quien acaba de despedir la siguiente gilipollez: Pero puedes seguir escribiendo tus artículos, aunque tienes que hacerlo gratis... O palabras similares... Te lo ponen a huevo para replicar: ¿Y tú, qué, capullo o capulla, tú también trabajas gratis, joder?... Ellos, o ellas, no. Los que despiden a los demás nunca trabajan gratis. Para eso ya tienen a ciertos primos que lo hacen, escribir, gratis, con tal de ver su careto en un cuadradito de papel, en la esquina superior de su columnita, es decir, vanidad de vanidades... Sin embargo, Barrueco, mi hermano, a estas estupideces, responde como mejor sabe hacerlo: con la pluma en la mano: Un último artículo para el diario provinciano en que demuestra lo agradecido que es y que le está al periódico que ahora le despide, y en que demuestra lo bien que escribe y, también, que en su corazón no alberga ningún tipo de rencor... Así se despide un hombre. Así se despide un caballero. Así se despide un grande. Con su mejor arma. La palabra. La palabra bien dicha. Y bien escrita. Y como no estoy vacilando, debajo de la cubierta de su novela Recuerdos de un cine de barrio, podrás leer dicho artículo así como una nota que el propio Barrueco ha subido a su blog y en la que hace referencia al hecho, al inaudito hecho, de que ni siquiera, en dicho periodicucho, hayan tenido la decencia de editarle dicho artículo, el último repito, a un tipo, Barrueco, que ha escrito más de, como dije antes, 3100 artículos y cuya calidad narrativa está fuera de toda duda... Hoy es un día de reflexión, decía, ya que si a un tipo que escribe tan bien le tratan así, ¿qué harán con nosotros?... No lo sé, la verdad. Sí sé, en cambio, como dice el propio Barrueco, que nos queda el poder de Internet (al menos de momento, porque seguro que se les acaba ocurriendo algo para amordarzar a los internautas) y que yo tampoco estoy dispuesto a consentir que tapen mi boca.
NOTA
El texto de abajo es mi último artículo para el periódico. Estaba previsto para hoy. Era mi despedida (a la fuerza: dejan de pagar las colaboraciones; al menos, las mías). Ni siquiera han querido publicarlo. Pero, ante este tipo de manipulaciones, nos queda el poder de internet. En la red no pueden tapar todas las bocas. La mía, al menos, no.
DESPEDIDA A MEDIAS
Detesto las despedidas. Dejan un poso de amargura, un sabor agridulce, que no conviene a nuestros paladares. De hecho, no deberíamos despedirnos nunca. De nadie. Ni siquiera de nuestros muertos: los míos, los que dejé atrás, los que se fueron, aún me visitan en mis sueños. De este periódico, donde tantos nos hemos forjado escribiendo, y que a tantos nos ha acogido, guardo en la memoria los adioses escritos de quienes dejaron su puesto, por unas u otras causas. Quizá el más emotivo, o el que yo recuerdo con más afecto, fuese el de mi antiguo director, Francisco García, en su diana titulada “Hasta siempre”. En aquel texto minimalista, como todos los suyos, escribía: “Llegó la hora del cambio de destino, que nunca se augura pero siempre llega, de la llamada a nuevas metas y horizontes; la hora del adiós que es hasta pronto o hasta siempre”. Es conveniente que no olvidemos esas palabras: “Nunca se augura pero siempre llega”. Paco apostó por mí hace ya casi diez años. Primero, como columnista semanal. Luego, diario. Creo que a él se lo debo todo; para mí supuso aliento, soporte y auxilio en los momentos bajos. Desde entonces hasta ahora, en que el camino se termina, he escrito para este periódico algo más de 3.100 artículos. Esa cifra es mi medalla, y por supuesto también lo es el apoyo de los familiares, los amigos, los compañeros de oficio y los lectores, tanto los compinches como los enemigos. La gente que me aguantó y la que no. Incluso las personas más cercanas a mi círculo me dieron alguna vez un tirón de orejas, seguramente merecido porque soy humano.
Estamos en tiempos de crisis. En tiempos oscuros. De recortes, despidos y cambios de rumbo. Hay nubarrones sobre nosotros y aún queda por llegar lo peor, la tempestad. Una vez me dijo un colega, cuando estudiábamos juntos en la universidad: “Estamos abocados al fracaso”. No se me han olvidado esas palabras, pero hoy se hacen extensibles al país. España está abocada al fracaso. Decía un personaje de “The Dark Knight”: “La noche es más oscura justo antes del amanecer. Os lo prometo, no tardará en amanecer”. Veremos. Porque a mi alrededor sólo veo gente que cae a la lona. Lo importante es que siempre nos quedan fuerzas para incorporarnos. Dicen que, cuando una puerta se abre, otra se cierra. A Zamora le restan aún energías. Es una ciudad que ha soportado de todo. Lean con atención estas palabras: “No, Zamora no se ha perdido en una hora. Pero sí se ha perdido en años y más años de cercos, de olvidos de sus posibilidades, de murallas de silencio para sus necesidades, de portillos por donde se han traicionado sus bienes y haciendas más comunes y por donde ha ido exportándose la flor de sus habitantes”. No son recientes. Las escribió el poeta zamorano Justo Alejo en el 77. Y, hoy, el cuento es el mismo.
Dije al principio que detesto las despedidas, y de ahí el título de este último artículo diario. Seguiré apareciendo por aquí, si nada lo impide, cada domingo, junto a la tribu de colaboradores dominicales. Con el texto de hoy se cierra una etapa. Casi diez años en los que he visto (con pesar) cómo algunos columnistas se iban. Una etapa plena, sin embargo. De aprendizaje. De forja en la escritura, igual que si uno asistiese con puntualidad a un gimnasio para fortalecer sus músculos. Y coincide con la reedición de mi primer libro: una década después. Como si en estos años hubiera trazado un círculo que ahora se cierra y completa. Amigos, les espero a la vuelta de la esquina, dándole a la tecla, y me despido con una cita de J.D. Salinger: “No cuenten nada a nadie. Si lo hacen, empezarán a echar de menos a todo el mundo”.
José Ángel Barrueco
Publicado por David González, poeta en 15:58
llevas, querida clara, toda la razón del mundo en estas palabras, solidaridad con barrueco.
ResponderEliminarGracias, Ángel (Voltios). Estoy segura que eres de los que seguimos intentando.
ResponderEliminarHola Clara,
ResponderEliminarMe ha costado mucho seguir todos los posts de cerca porque he estado enfrascada en proyectos varios, trabajo, estudios...Y un sin fin de cosas.
Sí he de decir que sigo los artículos de Jose Angel Barrueco desde hace bastante tiempo y la noticia, que la recibí a través de su blog, fue como una bofetada sin manos.
Aún no me creo que la prensa haga este tipo de recortes. Es duro ver cómo funcionan los medios de comunicación, prescindiendo de los buenos profesionales...Aún lo estoy asimilando.
Saludos,
Aurora