miércoles, 30 de septiembre de 2009

¡Hay que gritarlo a los cuatro vientos!



¿Qué sucedió en la pasada XXV Bienal de Artes Visuales 2009?


La pregunta correcta debería ser ¿qué no pasó? Me había resistido a ir al Museo de Arte Moderno y presenciar de cerca lo que ya se ha venido ventilando desde la selección y premiación de esta versión. Mis razones tengo, les aseguro. Aún así, he estado al tanto, imposible no hacerlo, de las duras críticas surgidas a partir de los resultados divulgados.

Es más de lo mismo, pero con la diferencia de que cada vez es peor. Había decidido no escribir al respecto, hasta tanto no observara de cerca lo que ya sabía, pero ha sido imposible. Pretendo ir hoy mismo a visitar al museo, me tomaré un analgésico antes de hacerlo y me prepararé mentalmente para ello. Ahí, entonces, escribiré al respecto con las bases necesarias para hacerlo; aunque ya el ciclón está armado, como dio a entender Carlos Francisco Elías, quien merece respeto y quien se refirió al tema oportuna y adecuadamente. Así también, debo mencionar a mi amigo del alma, Odalís Pérez Nina, a quien ya he dicho admiro y respeto en varias ocasiones. Ambos planteamientos los daré a conocer luego que pueda saborear el amargo de una bienal más que cuestionable.

Anoche estuve en el panel convocado por la Asociación Dominicana de Críticos de Arte (ADCA), en la que este año fui admitida como miembro, donde se debatió el tema. El debate está planteado y seguirán las discusiones, por suerte para esa pobre bienal y, más aún, para esos artistas que presentaron un trabajo valioso, han tenido una trayectoria y no solamente fueron ignorados, sino que aguantaron la humillación de ver premiar lo inconcebible. Claro con sus excepciones incluidas.

Por ahora, solamente quisiera hacer una pregunta, y me gustaría que quienes entiendan puedan contestar lo hicieran. ¿Cómo obtiene un premio “Omega se casa con mi hermana? Imagen que presento a continuación, y que se me hace imposible llamar obra, con el perdón de quien se atrevió a pintarla. Aunque, evidentemente, será siempre menos culpable que quienes se atrevieron a premiarla. Así también, el gran premio.


Omega se casa con mi hermana.

Gran premio

sábado, 26 de septiembre de 2009

Dos relatos de H. P. Lovecraft


Un escritor relativamente desconocido en su época. Un creador de historias diríase que fantásticas. Digno representante del horror y el terror en su máxima potencia. Howard Phillips Lovecraft nació el 20 de agosto de 1890, en Providence, Estados Unidos. Lo sobrenatural era el plato fuerte de sus textos, en su gran mayoría cuentos. Fantasmas, dioses, criaturas son sus personajes preferidos, concebidos en su consciencia hasta darle vida en cada relato.

Lovecraft fue considerado un niño prodigio. Recitaba poesía a los dos años, leía a los tres y comenzó a escribir a los seis. Las novelas policíacas acapararon su interés durante su infancia, y en afán creó la "Agencia de detectives de Providence", con apenas 13 años. A los quince creó su primera obra La bestia en la cueva, imitación de los cuentos de horror góticos. A los 16 ya escribía una columna de astronomía para el "Providence Tribune".

Posee una amplia bibliografía y una vida difícil y tormentosa. Conocí sus textos por mi hijo hace ya algunos años, por esa razón, la mayoría de sus libros los tengo al alcance de la mano. Ahora les digo, desde entonces quedé interesada por sus relatos, fascinada por sus historias, por el desarrollo de la trama, más aún por sus destrezas narrativas. H. P. Locraft murió en 15 de marzo de 1937.



Azathoth
[Cuento. Texto completo]
H.P. Lovecraft


Cuando el mundo se sumió en la vejez, y la maravilla rehuyó la muerte de los hombres; cuando ciudades grises elevaron hacia cielos velados por el humo torres altas, temibles y feas, a cuya sombra nadie podía soñar sobre el sol ni las praderas floridas de la primavera; cuando el conocimiento despojó a la tierra de su manto de belleza, y los poetas no cantaron sino a distorsionados fantasmas, vistos a través de ojos cansados e introspectivos; cuando tales cosas tuvieron lugar y los anhelos infantiles se hubieron esfumado para siempre, hubo un hombre que empleó su vida en la búsqueda de los espacios hacia los que habían huido los sueños del mundo.

Poco hay consignado sobre el nombre y procedencia de este hombre, ya que eso correspondía exclusivamente al mundo despierto, aunque se dice que ambos eran oscuros. Baste saber que vivía en una ciudad de altos muros donde reinaba un estéril crepúsculo; y que se afanaba todo el día entre sombras y alborotos, volviendo a casa por la tarde, a una habitación cuya ventana no daba a campos y arboledas, sino a un penumbroso patio hacia el que muchas otras ventanas se abrían en lúgubre desesperación. Desde ese alféizar no se divisaba sino muros y ventanas, a no ser que uno se inclinara mucho para escudriñar hacia lo alto, hacia las pequeñas estrellas que pasaban. Y dado que los muros desnudos y las ventanas conducen pronto a la locura al hombre que sueña y lee demasiado, el inquilino de este cuarto solía asomarse noche tras noche, escrutando a lo alto para vislumbrar alguna fracción de cosas que estaban más allá del mundo despierto y de la grisura de la elevada ciudad. Con el paso de los años, fue conociendo a las estrellas de curso lento por su nombre, y a seguirlas con la fantasía cuando, con pesar, se deslizaban fuera de su vista; hasta que al fin su mirada se abrió a la multitud de paisajes secretos cuya existencia no llega a sospechar el ojo mundano. Y una noche salvó un tremendo abismo, y los cielos repletos de sueños se abalanzaron hacia la ventana del solitario observador para mezclarse con el aire viciado de su alcoba y hacerle partícipe de sus fabulosa maravilla.

A ese cuarto llegaron extrañas corrientes de medianoches violetas, resplandeciendo con polvo de oro; torbellinos de oro y fuego arremolinándose desde los más lejanos espacios, cuajados con perfumes de más allá de los mundos. Océanos opiáceos se derramaron allí, alumbrados por soles que los ojos jamás han contemplado, albergando entre sus remolinos extraños delfines y ninfas marinas, de profundidades olvidadas. La infinitud silenciosa giraba en torno al soñador, arrebatándolo sin tocar siquiera el cuerpo que se asomaba con rigidez a la solitaria ventana; y durante días no consignados por los calendarios del hombre, las mareas de las lejanas esferas lo transportaron gentiles a reunirse con los sueños por los que tanto había porfiado, los sueños que el hombre había perdido. Y en el transcurso de multitud de ciclos, tiernamente, lo dejaron durmiendo sobre una verde playa al amanecer; una ribera de verdor, fragante por los capullos de lotos y sembrado de rojas calamitas...


El horror en la Playa Martin
[Cuento: Texto completo]
H.P. Lovecraft y Sonia H. Green


Nunca escuché una explicación convincente y adecuada del horror de la Playa Martin. A pesar de un gran número de testigos, no hay dos que concuerden entre sí; y el testimonio tomado por autoridades locales contiene las más sorprendentes discrepancias.

Quizás esta vaguedad sea normal en vista del carácter inaudito del horror en sí, el terror más paralizante para todos aquellos que lo vieron, y de los esfuerzos hechos por la elegante posada Wavecrest para silenciar todo luego de la publicidad creada por el Prof. Ahon y su artículo "¿Están los poderes hipnóticos reservados a los Seres Humanos?".

Contra todos estos obstáculos me esfuerzo en presentar una versión coherente; he visto el espantoso hecho y creo que debería darse a conocer en vista de las aterradores posibilidades sugeridas. La Playa Martin es una vez más un lugar populoso, un balneario muy visitado, y yo tiemblo cuando pienso en ello. Sin embargo, no puedo mirar al océano sin temblar.

El destino no carece siempre de un sentido de drama y clímax. En consecuencia el terrible suceso del 8 de agosto fue seguido por un período de menor excitación en torno a la Playa Martin. Todo comenzó el 17 de mayo, cuando la tripulación de un pesquero, el "Alma de Gloucester", bajo el mando del capitán James P. Orne, mató, tras una batalla de casi cuarenta horas, a un monstruo marino cuyo tamaño y aspecto produjeron luego gran conmoción en círculos científicos y que ciertos naturalistas de Boston tomaran grandes recaudos para su preservación taxidérmica.

El animal tenía unos 50 pies de longitud y era de forma cilíndrica, de unos diez pies de diámetro. Inconfundiblemente era un pez branquiado, en su mayor afiliación; pero tenía ciertas curiosas modificaciones, tales como rudimentarias extremidades delanteras en forma de seis patas con dedos en lugar y de aletas pectorales (las que promovían las más amplias especulaciones entre los especialistas). Su extraordinaria boca, su gruesa y escamosa piel y su único y profundo ojo eran maravillas apenas menos remarcables que su colosal tamaño; y cuando los naturalistas se pronunciaron diciendo que era una criatura recién nacida, de pocos días de vida, el interés del público tomó dimensiones extraordinarias.

El capitán Orne, con astucia yanqui, obtuvo un buque lo suficientemente grande como para albergar al monstruo en su bodega, y arreglar allí la exhibición del trofeo. Aplicando una cuidada carpintería, logró montar un excelente museo marino, y zarpó hacia el sur, hacia el lujoso distrito marino de la Playa Martin. Una vez que ancló en el muelle del hotel se dedicó a recaudar onerosas cuotas de admisión.

La intrínseca prodigiosidad de la bestia y la importancia biológica para muchos turistas científicos, se combinaron para convertirse en la sensación de la temporada. Era absolutamente único, único a niveles de revolución científica, eso estaba bien comprendido. Los naturalistas habían demostrado que este ejemplar difería radicalmente de un inmenso animal pescado en las costas de la Florida; éste, siendo obviamente un habitante de profundidades increíbles, quizás de miles de pies, poseía un cerebro y unos órganos que indicaban una vasta evolución, algo totalmente fuera de lo hasta ahora relacionado con la tribu piscícola.

La mañana del 20 de julio la atención del público se centró en la pérdida del buque y su extraño tesoro. En la tormenta de la noche precedente se había librado de sus amarras y desvanecido para siempre de la vista del ser humano, llevándose consigo al único guardia que había dormido a bordo, a pesar del vendaval. El capitán Orne, respaldado por el excesivo interés científico y asistido por un gran número de barcos pesqueros desde Gloucester, emprendió una exhaustiva búsqueda, pero sin más resultados que la incitación de comentarios e interés. El 7 de agosto se perdió toda esperanza y el capitán Orne regresó a Wavecrest para resolver sus negocios en la Playa Martin y conversar con algunos de los científicos que aún permanecían allí. El horror se desató el 8 de agosto.

Fue en la penumbra, cuando las grises gaviotas sobrevolaban cerca de la costa y la luna comenzaba a resplandecer sobre las aguas. La escena es importante de recordar, puesto que cada impresión cuenta. En la playa había varias personas paseando y algunos bañistas rezagados, provenientes de las casas de campo que se elevan modestamente en las colinas del norte o de la adyacente posada, cuyas imponentes torres proclamaban su fidelidad a la riqueza y la grandeza.
A buena distancia había otro grupo de espectadores, que descansaban en las terrazas cubiertas e iluminadas de la posada, y que disfrutaban de la música del suntuoso salón. Estos testigos, incluidos el capitán Orne y su grupo de científicos, se unieron al grupo de la playa antes de que el horror progresara demasiado; lo mismo hicieron muchos de la posada. Ciertamente no hubo carencia de testigos, sino que confundieron en sus relatos (por el miedo y la duda) aquello que vieron.

No hay registro exacto de la hora en que comenzó todo, aunque la mayoría dijo que la luna estaba
"a un pie" por encima del vaporoso horizonte. Mencionaron la luna porque lo que vieron pareció sutilmente conectado con ésta. Era una especie de furtiva y deliberada onda que parecía venir desde la lejana línea del horizonte a través de una trémula senda, difusa por los reflejos de la luna, y que pareció atenuarse antes de llegar a la costa.

Muchos no se dieron cuenta de esta onda hasta que la recordaron por los siguientes eventos. Pero pareció haber sido muy marcada, diferenciada en altura y movimiento de las olas contiguas. Algunos la vieron como sutil y calculada. Y, como si se extinguiera taimadamente por los remotos arrecifes negros, de pronto un grito de muerte centelló desde el agua salada; un grito de angustia y desesperanza que inmediatamente movió la piedad de todos aquellos que lo escucharon.
Los primeros en responder fueron los dos salvavidas de turno; robustos hombres en atavío de baño, con su oficio proclamado en letras rojas a través de sus pechos. Acostumbrados al trabajo de rescate y a los gritos de los que corren peligro de ahogarse, no pudieron hallar nada familiar en las ululaciones de ultratumba; pero sus sentidos del deber les hicieron ignorar este detalle y procedieron a seguir el curso usual del trabajo.

Apresuradamente tomaron un cojinete inflado con aire, aferrado a una bobina de soga. Uno de ellos corrió a través de la costa hasta la escena en donde ya se había apiñado la multitud; desde ahí lanzó el objeto, luego de girarlo varias veces para ganar velocidad, en dirección hacia donde había venido el sonido. Luego que el cojinete desapareció entre las olas, el gentío curioso aguardó para ver a aquel cuyo dolor había sido tan grande, impacientes de que el salvavidas lo condujera de nuevo a la playa.

Pero pronto quedó claro que el rescate no sería rápido; por más que los dos salvavidas tiraban de la soga, no podían mover aquel objeto que estaba al otro extremo. En cambio, notaron que algo hacía fuerza, igual y aún mayor, en la dirección opuesta. En cierto momento ambos salvavidas fueron arrastrados de sus posiciones hacia el agua por la extraña fuerza.
Uno de ellos, recobrándose al instante, clamó por ayuda a la multitud en la playa, en donde se hallaba la bobina con el remanente de la soga. Al siguiente instante los hombres más forzudos, entre los que se contaban el capitán Orne en primer lugar, comenzaron a pujar junto con los salvavidas. Más de una docena de rudas manos estaban ahora remolcando desesperadamente la gruesa cuerda.

Entre más fuerte bregaban, la extraña fuerza igualaba el esfuerzo al otro extremo; y debido a que en ningún momento se relajaba, la cuerda se volvió rígida como el acero. Los pujadores, al igual que los espectadores por su curiosidad, se vieron consumidos por la naturaleza de esta fuerza marina. La idea de un hombre ahogado había sido ya desechada e insinuaciones de ballenas, submarinos, monstruos y demonios eran libremente tenidas en cuenta. Todos seguían tirando con la sombría determinación de descubrir el misterio.

Finalmente se decidió que una ballena se habría engullido el cojinete. El capitán Orne, ya como líder natural, gritó a quienes estaban en tierra firme que sería necesario un bote como medio
para acercarse, arponear y cazar al leviatán oculto. Varios hombres se dispersaron en busca de una embarcación adecuada, en tanto que otros fueron a suplantar al capitán en la tensa cuerda, ya que su lugar era lógicamente al frente de la partida que se formaría para tripular el bote. Su idea de la situación era muy clara y no se limitaba a una ballena, ya que se había entreverado con un monstruo mucho más extraño. Se preguntaba cómo podría actuar y manifestarse un adulto de esa misma especie a la que pertenecía el infante de cincuenta pies.

Entonces, con espantosa brusquedad, todos comprendieron el hecho crucial que mutó el marco de maravilla y sorpresa reinante hasta ese momento en uno de horror, y el grupo de trabajadores y testigos se vieron presa del pánico. El capitán Orne, dejando su lugar en la soga, se dio cuenta de que no podía quitar las manos de su lugar, que estaban adheridas con inenarrable fuerza; y en un segundo comprendió que era incapaz de retirarse de la cuerda. Su apuro fue adivinado instantáneamente por los demás, y cada uno probó su propia situación llegando a la conclusión de que todos estaban en una misma condición. El hecho no podía ser negado: cada uno de los hombres estaba irresistiblemente retenido a la línea de cáñamo que lenta, horrible e implacablemente los empujaba hacia el mar.

Un horror mudo se sucedió; un horror durante el cual los espectadores quedaron petrificados, sumidos en la inmovilidad y el caos mental. Su completa desmoralización se reflejó en las conflictivas narraciones que proporcionaron luego, y las pusilánimes excusas que ofrecieron por sus aparentes inacciones. Yo fui uno de ellos, lo sé.

Todos los que pujaban, luego de una serie de frenéticos gritos y fútiles quejidos, sucumbieron a la paralizante influencia y guardaron silencio frente a tan desconocidos poderes. Estaban bajo la luz de la luna, pujando ciegamente contra una espectral condenación, e inclinándose monótonamente hacia atrás y hacia adelante, a medida que el agua trepaba primero a sus rodillas, luego a sus caderas. La luna se ocultó parcialmente tras una nube, y en la penumbra la línea de hombres semejaba algún siniestro y gigantesco ciempiés, retorciéndose en garras de una muerte terrible.

La cuerda se volvía cada vez más dura, a medida que la puja entre ambos extremos se incrementaba. Las olas iban ocupando cada vez más terreno a la playa, avanzando lentamente, hasta que las arenas, pobladas tardíamente por niños risueños y amantes susurrantes, eran engullidas por la inexorable marea. La manada de espectadores, atacados por el pánico, iba retrocediendo a medida que el agua le empantanaba los pies, mientras la aterrorizada línea de contendientes seguían ondulando, con medio cuerpo sumergido, y ahora a considerable distancia de su audiencia. El silencio era completo.

La multitud, habiendo logrado una desordenada retirada más allá del alcance de la marea, observaba con muda fascinación; sin poder brindar una palabra de advertencia o de ánimo, mucho menos intentar alguna clase de auxilio. Había en el aire un pavor pesadillesco de mal inminente, algo que nunca antes se había visto.

Los minutos parecían alargarse en horas. Aún la serpiente humana de torsos ondulantes se podía ver por encima del mar. Ondulaba rítmicamente, lenta y horriblemente, con la garantía de la muerte. Espesas nubes ocultaron nuevamente la luna, y la luz que iluminaba el agua desapareció.
La línea de cabezas serpenteante ya ondulaba muy débilmente; de vez en cuando se veía algún rostro lívido fulgurando pálido en la oscuridad. Las nubes se acumularon hasta que de sus interiores surgieron afiladas lenguas de fuego. Los truenos surgieron, suaves al principio, luego incrementándose hasta llegar a una ensordecedora y demente intensidad. Entonces sobrevino uno culminante -que pareció reverberar tierra y mar-, tras el cual se desató un aguacero de tal violencia que pareció que se hubieran abierto de par en par las compuertas del cielo.
Los testigos actuaron instintivamente, a pesar de la ausencia de conciencia y pensamiento coherente, y se retiraron hacia la loma sobre la que se elevaba la terraza de la posada. Los rumores habían llegado a los turistas del interior, así que los refugiados se encontraron con que las demás personas estaban tan aterrorizadas como ellos mismos. Creo que se vociferaron algunas palabras de terror, pero no puedo asegurarlo.

Varios de los que estaban en la posada se habían retirado paranoicos a sus cuartos. Otros se quedaron para observar la línea de cabezas meneantes que aún se veía por encima de las ascendientes olas cada vez que un relámpago iluminaba la playa. Recuerdo haber pensado en esas cabezas y los desorbitados ojos que contendrían; ojos que podían reflejar bien todo el pánico, el terror y el delirio de un universo maligno; todas las culpas, pecados, miserias, esperanzas perdidas y deseos no satisfechos, miedo, repugnancia y angustia de las edades, desde el principio de los tiempos; ojos iluminados con todos los dolores espirituales de los eternamente ígneos infiernos.

Y cuando miré más allá de las cabezas, mi imaginación conjuró otro ojo; un ojo individual, igualmente encendido, aunque con un propósito tan perturbador para mi mente, que la visión pronto se desvaneció. Presas de una desconocida fuerza, la línea de condenados se sumergió; sus gritos silenciados y plegarias no elevadas sólo serán conocidas por los demonios de las olas y del nocturno viento.

El torrente que el enfurecido cielo estaba expeliendo en medio de un loco cataclismo de sonidos satánicos pareció aminorar. Entre el resplandor de los fogonazos, una voz celestial resonó contra las blasfemias del infierno, y la agonía de todos los idos reverberó en un apocalíptico y ciclópeo estrépito. Fue el fin de la tormenta, ya que el espantoso temporal cesó y la luna, una vez más, alumbró con sus pálidos rayos sobre un mar extrañamente calmo.

Ya no había línea de cabezas. El agua estaba calma y desierta, y sólo era alterada por las ondas de lo que parecía ser un remolino, en el mismo lugar de donde provino primeramente el grito. Y cuando miré hacia esa traicionera zona, con febril imaginación y sentidos agobiados, se escurrió en mis oídos, proveniente de un abismo inmensamente profundo, el débil y siniestro eco de una risa.

viernes, 25 de septiembre de 2009

¡Celebrar la vida!



Navegaba, recuerdo que navegaba. Y divisé una isla mágica, marcada por un sol radiante, orilla de arena blanca, y caí rendida.

Pero hoy quiero celebrar que estoy viva. Y cantar por mi familia que lo está, por mis amigos que se han convertido en parte importante de mi vida, porque no muera la esperanza nunca.


Con mi sobrina Camila y con mi sobrino Luisito.

Con mi hijo Jonathan o Costelo, como él prefiera.

Para desembarcar en estos días:

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Simbología idílica de unos rostros ocultos/Obras de Luis Reyes


El placer de los penitentes.


Nocturno.


Simbología idílica de unos rostros ocultos


Luis Reyes con un trabajo cargado de erotismo, belleza y simbología

Una pregunta sin respuesta, una postura que sirve de crítica y mortifica a un espectador, evidencia de vidas en historias separadas o no. Y en este discurso, una idea explicada a través de símbolos, que nos despiertan de una realidad inerte que parece dormir el más profundo sueño.

Nos sentimos tentados frente a una obra de Luis Reyes, especialmente si se trata de un gran formato, donde ella asume vida propia y parece arropar nuestros sentidos, para ponernos a pensar en cuestiones específicas. Ciertamente, comparto la opinión del artista cuando afirma: “Mis obras son para ser contempladas en el melancólico silencio que reina en la penumbra”.

En “A ciencia incierta”, “Poenitentia”, “Nocturno”, o el título que calza la obra en esta sección: “El placer de los penitentes”, se descubre un concepto claro del dibujo y el espacio, porque como explica: “todo en mi obra está fríamente calculado y delimitado. Siempre realizo bocetos preparatorios de las obras que deseo ejecutar y estos van madurando al tiempo que interactúo con las modelos que valientemente posan para mis obras y que son parte fundamental del proceso. Luego de agotada esta etapa de preparación, que indistintamente puede ocuparnos tanto como un día como varios meses, me dedico por entero a su ejecución. ¡Claro! Debo ser espontáneo… pero no le dejo nada al azar”.

Luis Reyes nació en Santo Domingo. En cuanto a sus primeros pasos, comenta: “te diré que mis padres son mi mejor referencia, ya que ambos son muy creativos y con mucho talento para las artes liberales. Aunque siempre recuerdo mi primera inmersión en la pintura como tal en el jardín de infantes: la profesora me puso al frente de un papel tan blanco como gigantesco y con los envases de pinturas alineados, me tomó de la mano, me hizo sostener el pincel y empezamos, con su mano como guía, a salpicar y a darle vueltas en círculos sobre la inmaculada superficie… Yo estaba aterrado (Risas). Lo mejor es que aún conservo esa pintura. Años después he reflexionado acerca de cierta simbología fálica encubierta en la acción (Risas). Tendré que preguntarle al Doctor Freud…”.

En 1988 inició sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes de la cual es egresado. Luis Reyes confiesa que en su obra el color es más bien circunstancial y como sucede con muchos artistas de mi generación, creo que tengo más alma de dibujante que de pintor.

¿Tienen tus obras una simbología evidente. Quieres hablar de ella?
Siempre hay en ellas un elemento que nos enfrenta con la intención abierta de proponernos un enigma. El erotismo, la belleza y los símbolos de poder son una constante que se manifiesta en mis trabajos en múltiples formas: ya sea en la composición; ya sea en las modelos; o con la simple aparición de una Svástica. Claro que esto es en lo visible, ya que nunca sabremos de quién es la risa que viene desde el fondo de la caverna…”

¿Por qué Mickie Mouse en tus obras?

Digamos, Clara, que este elemento iconográfico (gastado y usado hasta el placer por una miríada de artistas) aparece cuando estoy de malas con el sistema o con el actual estado de cosas: es el Ícono Torturador en mis obras.

¿Cuál es tu concepto particular del desnudo?

El Erotismo: evocador supremo del placer y paradójica antesala del dolor.

¿Qué tanto de realidad y qué tanto de simbología tienen tus obras?, ¿o existe una simbología dentro de una realidad que quieres presentar? Explícate.

Bueno Clara, esa es mi serpiente de dos cabezas: la primera sueña a la segunda y la segunda es el despertar onírico de la primera: una sueña a la otra.

¿Existe un concepto que identifique tu obra?

Más allá de la no representación del rostro... el silencio y la soledad.

¿En qué estás trabajando actualmente?

Actualmente estoy trabajando en el Dream Box Project de District & Co/The Gallery; proyecto en el cual los artistas participantes deben adaptar su lenguaje visual mediante la intervención de una caja de limpiar zapatos, usada en este caso como discurso conceptual.

¿Planes?

Muchos. En lo inmediato… una individual.



District & Co./The Gallery: Dream Box Project


"Where the yellow brick road ends"


District & Co./The Gallery: Dream Box Project


"Once I had a dream"


"Goodbye hometown"


"Follow the yellow brick road"

Para desembarcar hoy:

martes, 22 de septiembre de 2009

Poema de Fernely Lebrón


Erotismo frutal


Será tu piel ceñida y brillante

o la voluptuosidad de tus carnes
bajo el púrpura que te cubre,
lo que la líbido eleva cada vez que te toco?

Será la suavidad de tus carnes
o tus delicias internas que enloquecen mi ser
cada vez que te pruebo?

Será real el éxtasis al que asciendo
cuando tus masas consumo /
hasta perder los sentidos
cual narcótico efecto que a la gloria me eleva?

No lo sé..,
pero mi boca te reclama cada vez que te veo.

...Maravillosa experiencia,
la que nos deja la degustación
de un aguacate morado.

Para desembarcar hoy:



lunes, 21 de septiembre de 2009

Este post es para ti, Kebran, amigo.


Apenas al comenzar a escribir este post, pensé en que apenas conocí al Kebran este año. Sin embargo, me parece que han sido muchos en realidad. Me alegra haberle tratado, más aún, cuando me ha hecho sentir su amiga. ¡Y es que el Kebran es de los buenos!

He pecado de desatenta con él. Hace ya un tiempo que me envió su “Satélite de inhóspito planeta” y, aunque me lo leí de un tirón y le expresé mi agradecimiento y mi parecer a través del correo, debí haberlo hecho por esta vía también. Pero, como dirían los optimistas: ¡nunca es tarde cuando la dicha es buena! Aquí vamos, amigo Kebran. Gracias enormemente por tu libro, por las revistas Creatura que me enviaste y el marca páginas, gracias de verdad. Las películas también. Disfruté enormemente de Harold and Maude y, asimismo, de Robin y Mariam. Y dos libros: El retrato de Dorian Gray, del fabuloso Oscar Wilde, y una novela negra titulada Una boda en Cheyenne, por Silver Kane.
















Como ya le expresé al Kebran, Satélite de inhóspito planeta cuenta con dos tremendas presentaciones. Palabras desde el corazón, tanto de David González como de Gsús Bonilla, a quien no conocía, pero se muestra. Y con respecto a su primer texto: Fulano, no pude pestañear hasta terminar. Me gusta cuando el texto me agarra y no me suelta.
Con el segundo, me sentí identificada con el personaje por ser periodista y solamente al principio, por supuesto. El tercero me gustó, te muestro: “Él que todo lo tenía, estaba hastiado de vivir, no de soñar”. Y ese final: “será para siempre porque su amor está cimentado sobre un poema, sobre un poema de aquel maldito que nunca publicó.
De los poemas, podría mencionar el cinco y el seis. Luego el diez, un beso de la Luna, el once y, finalmente, el doce, dedicado a David.



Satélite de inhóspito planeta, de Andrés Ramón Pérez Blanco. El Kebrantaversos o, simplemente, nuestro querido Kebran.


LA BIZARRA VIDA DE FULANO FLAUTA
Toda vida tiene un comienzo y la vida de Fulano Flauta
comienza por su concepción en una húmeda y cochambrosa sala
de proyecciones de un ruinoso cine en una ciudad de provincias.
El operador y la taquillera mantenían furtivos encuentros sexuales
mientras en la pantalla se proyectaban películas del Oeste,
comedias musicales o melodramas muy románticos que formaban
parte de los ya olvidados programas dobles. Nueve meses
después de ese clavo, vino al mundo Fulano, llamado así por su
insignificancia supina y, hasta mucho tiempo después, cuando se
convirtió en una celebridad pero no adelantemos acontecimientos.
Fulano no fue un niño afortunado ni feliz: el operador le
daba al vino y la taquillera tenía merecida fama de casquivana.
Así que Fulano, al que sus padres olvidaron educar en valores,
se convirtió en un niño solitario y esquivo con los demás. Casi
no hablaba con nadie. Bajo la tremenda crueldad de sus compañeros
pasó la terrible adolescencia. Fulano crecía y seguía sólo,
sin apenas contacto con el exterior, viviendo ensimismado, en
sus pensamientos, en su mundo. Había desarrollado una gran
afición a la lectura: devoraba tres o cuatro libros a la semana, especialmente
de poesía. Otra de sus grandes aficiones era (¡cómo
no!) el cine. Se “chupaba” todas las películas que papá proyectaba,
mientras mamá se había ido hacía tiempo con un señor
mayor a “hacer las Américas”. Durante la semana visionaba películas
de todo tipo pero los sábados por la noche se proyectaban
películas porno. Fulano se sintió fascinado por este mundo, tan
reconfortante para él.
En una de esas proyecciones (por casualidades de esta
vida, que las hay) acudió, al cada vez más desvencijado cine, un
cazatalentos del porno y descubrió a Fulano adorando a Onán,
precisamente el día en que éste alcanzaba la mayoría de edad, y
se sorprendió del tamaño de su “aparato”. Habló con Fulano de
sus dotes naturales y de que si le apetecía rodar películas “educativas”.
Fulano ni se lo pensó. Se abría ante él un universo desconocido,
una esperanza a la que aferrarse, una luz al final del
túnel. El éxito fue directo, rápido y total. Fulano fue conocido a
partir de entonces como Fulano Flauta por las tremendas dimensiones,
por la longitud, por el grosor y por la textura de su pene
y porque en sus películas, mientras fornicaba con las mujeres
más exuberantes de la época, recitaba versos de Leopoldo María
Panero, como los que siguen a continuación:
No es tu sexo lo que en tu sexo busco
sino ensuciar tu alma:
desflorar
con todo el barro de la vida
lo que aún no ha vivido. (1)
Nunca se había visto a un actor porno tan entregado a su
causa, tan profesional. Fornicaba y declamaba, como si en ello
le fuese la vida entera. Fulano ganó mucho dinero en poco tiempo
y los “amigos” se le multiplicaron porque era el hombre del
momento. Desgraciadamente, no estaba preparado para un giro
vital de esta magnitud. Empezó a frecuentar compañías poco recomendables
y hacía caso omiso a su papá, que dicho sea de
paso, se estaba forrando pasando las películas del niño.
Entonces, Fulano tuvo el infortunio de casarse son Mengana
Bananas, una de las “cazafortunas” más despiadadas con
sus maridos y actriz porno ocasional. Resultaba ser de las mejores,
pero estaba muy mal considerada dentro del mundo X.
Poco tiempo después, Fulano cayó en desgracia, apareció el video
reproductor y fue olvidado por los directores, el público y
los críticos, que no hacía tanto lo admiraban. Mengana se largó
con el nuevo ídolo masculino de la industria pornográfica: Zutano
Ciruelo, conocido por su característico taladror, imposible
de superar por Fulano. Además Zutano cantaba ópera mientras
bombeaba. Había nacido un nuevo mito que arrastró a Fulano a
un abismo de drogas, alcohol, y miseria. Fulano, el último gran
actor del cine porno.
Una noche de desenfrenada locura, fuera ya de sus cabales,
Fulano se automutiló. Se cortó la polla con un enorme cuchillo
de cocina. Estaba solo. Murió, desde su verga ensangrentada,
recitando un poema de Leopoldo María Panero:
Soy el rey de la nada
y rezo porque ya no existo.
Mi mano sembrada de dioses
reza ante un ser que no existe.

Dedicado a todos los onanistas (entre los que me incluyo), a la memoria de John Holmes (1944-1988), el más grande actor porno de todos los tiempos, y a Leopoldo María Panero.


EN TUS OJOS… (RELATO / POEMA)

Besa su frente cada mañana, cuando los primeros rayos de
luz entran débilmente por la ventana. Una ventana, rota desde
siempre. No recordaba haberla visto entera, con sus cristales y
marcos intactos. Nunca. Besa su frente con un pequeño ósculo.
Beso matinal con la necesaria calidez para insuflar de vida a
su princesa. Ella duerme hasta ese instante, hasta que nota la
tibieza de los labios en su piel. Es preciosa y sus ojos negros le
atraviesan el alma. Observa su despertar y esos ojos inmortales,
que le arrebataron toda la vida anterior para siempre jamás desde
la primera vez que tuvo el placer de verlos.
Después del desperezo, las abluciones: afeitado apurado y
tonificante ducha. Ella ya está levantada esperándole, esperando
su necesaria presencia, su fresco aroma impregnando toda
la casa, esencia vital para ella, tan necesitada de su amor, de
AMOR con mayúsculas, de una caricia, de ese beso matutino, de
esa sonrisa, de... su vida. Nada fácil. Ella, despreciada y ultrajada
por su propia familia.
Nunca había descubierto el amor hasta que él apareció.
Hasta que él, todo bondad y paciencia, le descubrió poco a poco
un mundo nuevo y la demostró que siempre se puede seguir adelante,
que, por muy terribles que las circunstancias de una vida
hayan sido, todo puede cambiar y que, siempre, siempre, siempre,
aparece la luz al final del túnel.
Y ella es para él, toda la luz.
Cada día recuerda como la encontró en el callejón sin salida
de las almas rotas, demacrada, sola, sin esperanza. La descubrió
una noche, en la que vagaba solitario, aullando a la luna. Él, que
todo lo tenía, estaba hastiado de vivir, no de soñar. Su trabajo es
vender sueños, es un editor de prestigio, edita poemas de poetas
muertos (y vivos en sus libros), que emocionan a los lectores y
aumentan su cuenta corriente (aunque esto es lo de menos).
Encontrarse con ella, con esos ojos, fue una revelación.
Profundos y abismales, eran la respuesta a una obsesión personal,
generada a partir de un poema de un poeta, cuyos versos
cayeron en sus manos de manera casual.y que nunca se llegaron
a editar, pero... Esos ojos eran su respuesta.
Se acercó a ella y sin mediar palabra le ofreció sus labios.
Ella le correspondió. El hechizo aún perdura. Y ambos saben
que será para siempre porque su AMOR está cimentado sobre un
poema, sobre un poema de aquel maldito que nunca publicó:
En tus ojos…vivir.
Esos ojos serían mi cielo.
Insondable tu mirada que me abrasa.
En tus ojos…abismos.
y fuego y vida en tus ojos
En tus ojos…mi mundo
y mis sueños.
En tus ojos…morir.

POEMA CINCO

En la tremenda noche sin luz
prólogo de mi letanía de ausencias
las mantas del desarraigo me cubren.

Camino al onírico paraíso, a bordo de mi camastro,
me sumerjo en océanos de lunas

y nada temo.
Se desvanece la vida.

Viajo

y subo y bajo por los sueños del poeta.

Elevo la mirada hacia el cielo de la noche
y verso.
Verso que te puedo acariciar,

que te robo una sonrisa,
que, ¿dónde vas?
Que tengo prisa

para el verso terminar.

Verso con la luz de tu mirada
y verso con el filo de tu boca,
verso con el alma ensangrentada
y verso, cada noche, si me toca.



POEMA SEIS


Esporas de mis sueños
van
cayendo.
Despierto al escucharte sonreír.
Alerta en mis sentidos: abrazarte.
Olvidar infiernos.

Barrer miserias.

Desterrar tristezas.
Fundirme en tu cuerpo.

Recoger estrellas.
(y después...)
Dormir.


POEMA DIEZ


Nunca he perdido la esperanza, Luna
de quizás una noche acariciarte,
satélite de inhóspito planeta,
un anhelado sueño inalcanzable,
cobijo de borrachos y poetas,
una eterna canción inacabada.
Te nutres de los sueños de la gente,
devoras pesadillas... limpias lágrimas,
acoges en tu lecho a las estrellas.
Serena imperas en la noche,

derrotas a la luz, matas al tiempo,
vigilas corazones desafiantes,
rescatas del olvido a la tristeza.
Te muestras tan eterna y tan distante
que tengo la osadía de ofrecerte
nada más que un triste escrito vacilante:
A ti, Luna de sangre, Luna eterna.

A ti, que siempre inspiras e inspiraste.

A ti, que de ilusiones estás llena,
que toda mi ambición es el besarte.

POEMA ONCE

Que no te falte el verso,
niña, que no te falte.
Que no te falte el aire,
que no te falte el sueño,
que no te falte nadie,
niña, que no te falte.
Si un día te faltare,
acude a mi poema
y contempla la Luna
en silencio. En silencio
empieza a soñar, ave.
Quisiera darte alas,
llenarte de palabras,
regarte de cosquillas,
ser bálsamo de ausencias
ser el sol de tu tarde
la luna que te arrope
caricia que te calme.
Que no te falte risa,
niña, que no te falte.


POEMA DOCE

A David González

En tu rincón del cuadrilátero dormitas. Esperando.
Estudias al adversario: sus oscuros rincones
( todos los tenemos )

Observas, siempre observas.

En silencio.
Estudias al adversario:
Sus acciones, sus palabras, sus movimientos….

Sobre todo sus miradas.
Siempre en silencio.

Meditas tu acción. Al fin te levantas.

Y respondes al contrario con poemas, con vida plasmada en ellos.

Tu vida, su vida, nuestra vida reflejada en el papel.

Toda tu vida escribiendo, toda la vida observando.

La vida, hermano, es un inmenso ring.

Hagamos de ella un poema.

Nuestro, vuestro poema.





domingo, 20 de septiembre de 2009

Y la naturaleza se pregunta…


Y la naturaleza se pregunta…

Y el hombre se pregunta…

Y el joven se pregunta…

Y el niño se pregunta…

Las preguntas sobran.

Lo que faltan son respuestas.



Es un buen motivo para referirme al filósofo griego Parménides de Elea, quien escribió una sola obra titulada “Sobre la naturaleza”. Un poema didáctico escrito en hexámetros. Del mismo se han conservado 160 versos, en 19 fragmentos.





FRAGMENTOS DE "SOBRE LA NATURALEZA"

1 Las yeguas que me trasportaban, allá me condujeron,
a donde el ímpetu de mi alma se arrojaba.
Por la famosa ruta de los dáimones se lanzaron,
por la ruta que lleva a todas las ciudades
a los hombres que están despiertos.
Por allí me condujeron.
Hasta allí los hábiles corceles que arrastraban el carro
me llevaron con porfía.
Las Doncellas guiaban la senda.

Cada eje,
ardiente en el cubo,
a ambos lados soportando las rápidas ruedas,
chillaba su flautín,
cuando las Doncellas del Sol,
abandonando la mansión de la Noche,
presurosas me escoltaron a la Luz del día,
con sus manos vigorosamente despejando el velo que las cubría.
Allí estaban las Puertas que dan
a los caminos de la Noche y del Día.
Arriba el Dintel expandido a ambos lados,
abajo el Umbral de piedra.
Celestes Puertas cerradas por muy sólidos batientes,
cuyos cerrojos
que van y vienen
guarda la Justicia,
la de los muchos castigos.
A ella se aproximaron las Doncellas,
a ella dijeron melosas palabras,
persuasivas, habililidosas,
hasta lograr que descorriera el cerrojo.
Las Puertas se abrieron entonces de par en par,
retrocedieron los goznes de los batientes
forrados de cobre y tachonados de clavijas y broches.
Por las Puertas adelante,
por el ancha ruta,
guiaron las Doncellas el carro y las yeguas.
Y la Divinidad me acogió benévola,
mi mano derecha tomó en su mano,
y hablando así me dirijió estas palabras:
¡ Oh Doncel cuyas riendas sostienen inmortales aurigas !
¡ Tú a quien hasta nuestra Morada atropellan los corceles !
¡ Salud !
¡ No ha sido un hado funesto
quien te arrostrara a este camino,
tan alejado de la común ruta de los mortales,
sino el Orden Necesario y la Justicia !
Es menester que de todo seas informado,
ya del corazón inquebrantable
de la Verdad bien redonda,
ya de las humanas opiniones,
a las que es imposible otorgar fé verdadera.
Con todo
es menester que las aprendas
y con lealtad juzgues su valor
recorriendo en búsqueda,
de parte a parte,
todas las cosas a través del Todo".
. . .
2 "Además considera en tu mente con firmeza,
lo que aparece,
y lo que no se ve,
porque es imposible cercenar el Ser
del Ser que lo acompaña."
" Por todos lados,
absolutamente,
a través del Universo todo,
nunca el Ser se aparta del Ser,
ni de nuevo se une a él."
. . .
3 No importa por donde empiece,
de nuevo otra vez llegaré hasta allí.
. . .
4 Vamos pues aún te digo
que cuidando del secreto iniciático que oyeras
entiendas que hay sólo dos únicos caminos para indagar:
uno, de que el ser es, y otro, de que el no ser no es.
. . .
...porque te hago saber que es un camino
totalmente ignorante,
porque ciertamente
ni puedes conocer lo que no es
- es imposible -
ni tampoco puedes nombrarlo.
. . .
5 .. porque es lo mismo ser y pensar.




Juicios de la posteridad acerca de Parménides (Extraído de Wikipedia.)

Platón, por medio de los personajes de sus diálogos, lo llama "el grande" (Sofista 237 a), "padre" (241 d), hace decir a Sócrates que Parménides es "venerable y temible a la vez (...) se me reveló en él una magnífica y muy poco frecuente profundidad de espíritu" (Teeteto 183 e).

Aristóteles reconoce, en la Metafísica y en la Física que Parménides tiene una posición especial dentro de los primeros filósofos, y no le da el nombre de "fisiólogo" -como hace con el resto- puesto que su pensamiento torna imposible el saber acerca de la φυσις.

Hegel dice de él: "Con Parménides comienza el filosofar auténtico; en él hay que ver el ascenso de lo ideal." (Lecciones sobre la historia de la filosofía, en Werke in zwanzig Bände, vol. 18, p.290).

Heidegger ha reconocido la intelección de Parménides como el comienzo de la historia de la metafísica, esto es, el encubrimiento del principio de la metafísica.

El juicio de la posteridad acerca de la importancia de su obra, a pesar de lo variado de las razones, es unánime: Parménides es una figura de primer orden en el panorama de la filosofía griega y de todo el pensamiento occidental.

sábado, 19 de septiembre de 2009

¡Y hoy es mi día!



¡Día Internacional de hablar como piratas!


Mis compañeros de aventuras hoy no tendrán de otra. Deberán vigilad el barco, que estoy en celebración: Día Internacional de hablar como pirata, sí. Desde 1995, fue instituido como tal. Y no me perdonarán que me quede callada al respecto. Así que los demás locos por el mar, el sol, el aguardiente y la pólvora, ¡zarpemos hacia la libertad! Así como pudieron escuchar en Piratas del Caribe: “Un barco no es solamente una cubierta, una quilla y un montón de velas, lo que el Perla Negra representa es la libertad”. Ahora bien, te recomiendo que tengas cuidado con el Kraken. ¡Peligrosa bestia de los mares!

¡A la salud de todos!

Y ahora traigo esta poesía de Berton Braley (1934), que además hace alusión a mi adorado Morgan.


Esta es la balada de Henry Morgan
que turbó el sueño del Rey de España
con su piojosa, desaliñada e infame cuadrilla
de ratas de agua de los mares españoles,
libertinos, canallas y locos malandrines
caballeros arruinados y andrajosos
la escoria y látigo del hemisferio,
que saqueó el botín de los majestuosos galeones,
al mando de Morgan, el bucanero.

--------

This is the ballad of Henry Morgan
Who troubled the sleep of the King of Spain
With a frowsy, blowsy, lousy pack
Of the water rats of the Spanish Main,
Rakes and rogues and mad rapscallions
Broken gentlemen, tattermedallions
Scum and scourge of the hemisphere,
Who looted the loot of the stately galleons,
Led by Morgan, the Buccaneer.



Y por qué no, el "Himno al mar", de Jorge Luis Borges.


Oh mar! oh mito! oh largo lecho! Y sé por qué te amo. Sé que somos muy viejos. Que ambos nos conocemos desde siglos. Sé que en tus aguas venerandas y rientes ardió la aurora de la Vida. (En la ceniza de una tarde terciaria vibré por primera vez en tu seno). Oh proteico, yo he salido de ti. ¡Ambos encadenados y nómadas; Ambos con un sed intensa de estrellas; Ambos con esperanzas y desengaños; Ambos, aire, luz, fuerza, oscuridades; Ambos con nuestro vasto deseo y ambos con nuestra grande miseria.


La versión completa del poema se encuentra en Textos recobrados, pero fue publicado por primera vez en Grecia, Revista Quincenal de Literatura, Sevilla, Año 2, N.37, 31 de diciembre de 1919. También, uno de sus cuentos se titula “La viuda Ching, pirata puntual”.



¿Qué cómo hablaban los piratas?

Pues a continuación te dejo un juego online que encontré, por casualidad, navegando por estos mares del Caribe. Lo único es que está en inglés. Aquí

viernes, 18 de septiembre de 2009

De tal palo, tal astilla


He buscado el sosiego en todas partes, y sólo lo he encontrado sentado en un rincón apartado, con un libro en las manos.

Thomas De Kempis





Mi amigo Alejandro Cabral me envió esta linda nota:

"Querida amiga: sin palabras tu eres una sirena de poesía en
nuestro mar Caribe, magnífico, excelente tu blog…"


Un abrazo para ti, Alejandro.

Asimismo, me sorprendió con el poema presentado más abajo, haciéndome recordar a su padre, el poeta nacional don Manuel del Cabral. Recordé mis inicios en el periodismo y la amplia sala del periódico La Noticia, con todos los departamentos a la vista. Así también, la máquina de pesadas teclas donde, para borrar alguna palabra, debía tacharse con xxxxxxxxxxxxxx. ¡Qué tiempos aquellos! Parece que fue ayer y, sin embargo, tan alejado del presente donde el internet nos acerca a cualquier lugar con sólo un click. Pero, debo decir que eran tiempos de pura magia. De ilusiones nacidas desde las entrañas. De un tiempo virgen que sigue vivo en el recuerdo.
Y recordé, como ya mencioné, al poeta Manuel del Cabral, quien cada tarde engalanaba la redacción con su sola presencia. Se sentaba un rato, leía el periódico y luego se marchaba.

A continuación el poema de su hijo, el artista plástico Alejandro Cabral:



AMAR…

Cuanto más lo pienso,
la luz del universo baña nuestros cuerpos,
en un eterno amanecer,
logrando con su brillo fundirnos en la poesía del amor.
Amar, palabra que un día nos dio todo,
y aún esperamos la eternidad en un relámpago.
Relámpago que se hunde en mis entrañas,
buscando ese nuevo amanecer.
Amar hasta el final,…
final que no llegará jamás mientras este temblor esté con nosotros...
ya nuestros cuerpos son inmateriales como el aire
…como el pretiempo,
tiempo que dejó tu sabor en mis labios,
en una azul mañana…

Y una invitación que nos hace llegar, para una actividad a desarrollarse dentro programación de la galería Compadre Mon.


Teatro Trópico Negro
Invita al encuentro de venta Arte Objeto y Más.


Te esperamos a ti y a tu familia, al encuentro, arte objeto y todo lo que desees vender. Un pasadía de ventas de diferentes materiales, los cuales se podrán cambiar en trueque o venta.

Este será un encuentro de arte y música para toda la familia. Podrán apreciar la exposición actual “Compadre Mon”, además de escuchar grupos musicales y disfrutar videos, performance, danza, en fin, un tiempo cálido y ameno, compartiendo todos juntos.

La actividad tendrá lugar el domingo 27 de septiembre, desde las 8:00 A.M. y hasta las 7:00 P.M. Deberás traer una manta o cobija (como en los años 60), para colocar los objetos y $500 pesos para los gastos generales al inscribirte. En el lugar tendremos sillas y algunas mesas para los objetos más pequeños.

Las inscripciones se realizaran por teléfono al 809. 539-8216 / 809.975-4302, a partir de martes 8 de septiembre y hasta el viernes 25 de septiembre. Pueden llamar en horario de 8:00 A.M. A 7:00 P.M. Estamos ubicados en la calle Colon N. 10, Zona Colonial, Las Atarazanas.

También puedes dejar tu confirmación en el Facebook y nos pondremos en contacto contigo. Me puedes dar tu confirmación por mail a carpinteros2001@yahoo.com, y yo te contesto.


Alejandro Cabral





Manuel del Cabral (Dominicano, 1907-1999)




Manuel del Cabral Tavárez nació en Santiago de los Caballeros el 7 de marzo de 1907. Inició estudios de derecho en la Universidad de Santo Domingo. En el año 1938 comenzó su trabajo diplomático en la Embajada Dominicana en New York (Estados Unidos). Representó al país en Colombia, Perú, Panamá, Chile, Argentina. Entró en contacto con los más importantes poetas del momento.

Fue uno de los principales poetas de la República Dominicana. Un escritor polémico y el más conocido en las letras americanas.

Viajó por Europa y América, y residió mucho tiempo en Buenos Aires, donde publicó la mayoría de sus obras.

En su poesía puede encontrarse la temática política, amorosa, social, metafísica. La poesía negra tuvo en Manuel del Cabral, una de sus voces más significativas, junto a Nicolás Guillén, Luis Palés Matos y Aimé Cesaire.

Entre sus obras más importantes destacan: "Pilón" (1931), Color de agua (1932), 12 poemas negros (1935), los que se caracterizan por su clima nativista, una literatura de preocupación social y popular.

Publicó también "Biografía de un silencio" (1940), "Compadre Mon" (1940), “Trópico negro” (1942) "Sangre mayor" (1945), "De este lado del mar" (1948); "Carta para un fósforo usado y otras cartas", "La isla ofendida" (1965), "Sexo no solitario" (1970), "Obra poética completa" (1976, edición del autor). En 1970 publicó "El Escupido" en la que señala una honda preocupación del hombre frente a la nada, en la concepción narrativa del realismo mágico, y en 1973 El presidente negro”, obra que hoy día es considerada profética, debido a la llegada del primer presidente negro a la Casa Blanca.

En "Los huéspedes secretos" (1951), "Sexo y alma" (1956), "Los anti-tiempo" (1967), se acentúa el tratamiento de temas como el amor, la poesía, así como un tratamiento filosófico del sentido del hombre y de la vida.

Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1992.

Falleció el viernes 14 de mayo de 1999 en su República Dominicana natal. Fue junto con Neruda, Vallejo, Huidobro, Guillén y otros un exponente de la más alta poesía latinoamericana de nuestro tiempo, y en especial, de la poesía negra.

Tuvo más de setenta libros editados, la mayoría publicados en Buenos Aires. Fue un defensor incansable de los derechos de los desheredados y jamás dejó de reflejar en su obra sus preocupaciones políticas y sociales.




Ellos

Ellos no tienen lecho,
pero sus manos
son las que hicieron nuestras casas.

Ellos comen cuando pueden
pero por ellos comemos cuando queremos.

Ellos
son zapateros pero están descalzos.

Ellos nos visten pero están desnudos.

Ellos
son los dueños del aire cuando manejan alas,
mas son los limosneros del aire de la tierra.

Ellos no hablan,
tienen palabras vírgenes... Hacen nuevo lo viejo...

La mañana lo sabe y los espera...

La carga

Mi cuerpo estaba allí... nadie lo usaba.
Yo lo puse a sufrir... le metí un hombre.
Pero este equino triste de materia
si tiene hambre me relincha versos,
si sueña, me patea el horizonte;
lo pongo a discutir y suelta bosques,
sólo a mí se parece cuando besa...
No sé qué hacer con este cuerpo mío,
alguien me lo alquiló, yo no sé cuándo...
Me lo dieron desnudo, limpio, manso,
era inocente cuando me lo puse,
pero a ratos,
la razón me lo ensucia y lo adorable...
Yo quiero devolverlo como me lo entregaron;
sin embargo,
yo sé que es tiempo lo que a mí me dieron.


Oda escrita en la piedra

Hay algo mas que el viento buscando ser instinto,
algo más que la ola
que quiere andar de pie como la sangre.
Hay algo más que aquello que rezaba a las piedras,
suave como la muerte del cabello del indio,
simple como el secreto transparente del agua.

Hoy aquellos que fueron siempre mudos,
los que siempre llevaron en la sombra
la dignidad del loto que crece sobre el cieno,
se acercan a la tierra,
y echan voces por granos, como quien va regando
la conciencia.

Llegan horas que nacen para la alondra insigne.
La tierra tiene ahora la cualidad del ave.
Y el horizonte crece, crece en aquellas manos
que saquearon a sangre la esperanza.

Aquellas manos simples,
que traen en los filos de picas y hachas
el oro de las minas de los amaneceres.

Es la América inédita,
la que estaba en el tacto,
la que estaba en la carne,
como aquello que a veces se nos queda
en el vientre materno que se revienta en vida.

La América que un día se quedó entre los hombres
y creció entre sus manos como el río en el mar.

América también:
la que pinta de verde el aguacero,
la que suena en el fuerte como un tiro de paz,
la que muerde en la miga dura de tiempo el negro,
la que un poco se duerme tirada en una esquina
mientras la sangre antigua moja aun las espadas,
mientras todos los siglos caben en la garganta,
mientras el indio andino no conoce a Bolívar,
mientras por los caminos de los Andes las llamas
bajan a paso manso sin que lo sepa el mundo
una pequeña caja de pino en donde viene
tal vez no un niño muerto, sino el sueño profundo
de toda la montaña.

Ya la mañana viene sobre carretas pobres,
carretas que traen de lejos su catedral de fatiga.

Parece gente el aire que da contra la frente.
Viene la sangre niña como el agua primera.
Raíz de madrugada, canta el indio remoto.
La sonrisa se ha puesto de pie como una hazaña.
La mañana de ahora trae durezas de estatua.
Hoy la tierra que sube municipal es cósmica.
Nadie fundó la urbe... Fueron antiguas rocas
que crecieron a fuerza de pensar en las alas.
Hoy no lanza el hondero la piedra suelta al tiempo
sino que se levanta con ella misma el hombre.

Mientras pasa la muerte resucitando espadas.



Obras:
Pilón, cantos del terruño y otros poemas (1931), Color de agua (1932), Doce poemas negros 1935), Poemas (1936), Ocho gritos (1937), Biografía de un silencio (1941), Compadre Mon (1943), Chinchina busca el tiempo (1945), De este lado del mar (1949), Antología tierra 1930-1949 (1949), Veinte cuentos (1951), Sexo y alma (1956), Treinta parábolas (1956), Dos cantos continentales y unos temas eternos (1956), Antología clave 1930-1956 (1957), Pedrada planetaria (1958), Catorce mudos de amor (1962), Jostoria de mi voz (1964), La isla ofendida (1965), Los relámpagos lentos (1966), Los antitiempos (1967), El escupido (1970), El presidente negro (1973), Poemas de amor y sexo (1974), Obra poética completa (1976), La carabina piensa (1976), Cuentos (1976), Palabra (1977), El jefe y otros cuentos (1979), Diez poetas dominicanos: tres poetas vivos y siete desenterrados (1980), Cuentos cortos con pantalones largos (1981), Cédula del mar (1982), Antología tres (1987), La espada metafísica (1990).