lunes, 5 de octubre de 2009

¡A mi hijo!

Algo me hizo observar mi hijo: los artistas estudian matemáticas dibujando narices. Y por qué no hacerlo.

He dedicado muchos espacios, infinidad de espacios, para difundir lo que hacen escritores y artistas, especialmente. Y por qué no hacerlo, a manera de presentación, exponiéndoles textos de la autoría de mi hijo Jonathan, quien desde hace un tiempo registra sus textos en su blog con el seudónimo de Costelo Landró: http://doscadaveres.blogspot.com/

El caso es que al pan, pan, y al vino, vino. El muchacho tiene esa esencia de escritor, ese corazón que se transforma en cada texto, cada palabra y cada gesto. Recuerdo que desde los 13 años, cuando se le preguntaba qué iba ser cuando fuera grande, respondía: “Voy a ser escritor”.

Así también, recuerdo cuando en el quinto curso de primaria ganaba todos los concursos de lectura, que para su felicidad hacía el colegio donde estudiaba. Nunca nadie le ganó. Pena, porque no habían más lectores como él. Y porque, además, fue en el único grado que hicieron este tipo de concursos.

Actualmente, Jonathan está trabajando en dos proyectos. Sus dos primeros libros. Uno de cuentos y otro es un cuento infantil, ilustrado y diseñado por él. Cursa el 11vo. Cuatrimestre de publicidad, y es un extraordinario soporte en las correcciones de libros que realizo, algo inusual para un joven de 21 años, que tenga la capacidad de asumir esta tarea con la seguridad de hacerlo bien.

Así estudió música, toca la guitarra y cuando era niño participó en dos coros infantiles. Estudió dibujo con la gran artista Iris Pérez, con quien al pasar de los años me atan lazos irrompibles. Como ha dicho ella cuando me llama: “y mi muchacho cómo está, dile que su madre, su segunda madre, le va a preparar una pasta”.

El caso es que no solamente es escritor, sino que buen escritor. Como según han revelado quienes han valorado sus textos, con una madurez de alguien de 40 años o más. Y ciertamente. Cuando obtuvo el primer lugar de poesía en un concurso, mi gran amigo y hermano Luis Beiro le dio el espacio que merecía en la sección Ventana del periódico Listín Diario, la cual cordina. Como dijo: el muchacho tiene, hay que ayudarlo y motivarlo.


A continuación, algunos de sus textos y narraciones. Y si me preguntas que si estoy orgullosa de él, debo decirte que sí, pero más que por todo lo que te cuento, por la gran persona que es, por el gran corazón que le acompaña, por lo humano y sincero, por mantenerse sano a pesar de los tiempos que estamos viviendo. Y porque, además de hijo, ha sido amigo, hermano, confidente y hasta padre. Tantas cosas, siendo también el hijo soñado.





Teníamos (Despedida a un caballero).

Tenía una barba cervantesca. Ojos vivos y negros. Tenía el cabello canoso y largo y una delimitada calva que lo hacía ver como un mosquetero anciano. Tenía vida en sus pasos; de muchos días caminados. Hablaba con la verdad. Tenía negros discos en llamas del pasado. Los recordaba todos, y tenía, sobre todo, un gran corazón. Pero lo tenía, ya no lo tiene, así como lo teníamos y ya no está. un mar que emanaba como mil ríos desde el armario de las toallas despidieron lo que fue y será en nuestras memorias: el quinto mosquetero, aquel que blandía como un sable su poderosa sonrisa.

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Tengo dos pies izquierdos... en una gaveta.

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Dulces sueños
"Buenas noches, señor extraño. Espero mañana volver a verle y podamos juntos mantener nuestra esperanza de un mañana mejor."

"¿Has visto aquella estrella fugaz surcando el negro abismo de los cielos? Es nuestra esperanza que arde y le recuerda este mundo su inmortal mortalidad."

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Historia de una miga de pan

Un individuo pudiente terminó con una miga de pan en su mano engalanada. La miró con imperial desdén y se deshizo de ella. Un modesto mercader terminó con una miga de pan en su mano amoratada. La miró sin aspavientos y la guardó. Nunca sobra demasiada comida, pensó. Un insignificante veterano, sin nada con qué caerse muerto, terminó con una miga de pan en su mano estriada. Ni siquiera la miro antes de devorarla como si fuera una viga completa de pan fresco. Un joven escritor acabó con una miga de pan en su lúcida mano. La miga de pan desapareció y en su lugar quedó un relato. Pero, sin importar en qué manos caiga, la miga de pan continúa siendo el centro de esta historia.
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Pero todo sigue igual

No se queman todas las hojas del acebo, y la vida sigue igual. No se estrellan de lleno los cristales contra el suelo, y la vida sigue igual. No se derrama sangre, sólo lágrimas, y la vida sigue igual. No se pierde nada, no se gana nada. No se sueña alcanzar nada. y la vida sigue igual. No hay proverbio que nos ayude ni conocimiento que comprenda, por eso la vida sigue igual. Cuatro mil años de sabiduría aún desconocen el por qué todo sigue igual. Hay buenas intenciones, de ellas está llena el mundo, y todo sigue igual. Hay estaciones y flores, nieve pura y campos multicolores, todos distintos, pero ante la generalidad, todos son iguales. Hubo honor, sacrificio, fuertes brazos que tiraron de unas cadenas por demás ciclópeas. Tiraron hasta que no quedó nada de ellos que pudiera realizar la hazaña. Pero todo continuó igual. Aún así, conociendo la hermética condición que rige al hombre, existen tontos, como yo, que sueñan con que lo que es tan simple deje de tomarse por complicado. Nadie me engaña, que todo sea como debe ser no es imposible, es simplemente inconsistente. Materializar una hazaña de esta magnitud requiere mucho menos que halar cadenas congeladas en el tiempo, que derramar sangre y cristales; mucho menos que quemar todas las hojas de nuestras almas. Cambiar aquello que debe ser cambiado sólo requiere una cosa. La firme e inquebrantable decisión de cambiarlo con tus propias manos.

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Ella
Dedicado a mi prima Camila con la que cohabito últimamente.

Era terca, testaruda, su cabello enmarañado, su cara enajenada. Reposaba su diminuto ser en una silla todo el día, mientras refunfuñaba insípidamente sobre los audaces ataques que le propinaban los diminutos vampiros negros del trópico. El dedo índice de su mano derecha era la parte de su cuerpo que más ejercitaba; sus pies siempre estaban oscurecidos, pues desconocía el uso del calzado. Tenía nombre de hija de Metabo, de virgen de Diana. Tenía brazos muy delgados, su frente asemejaba a la hermana luna y sus ojos eran estrellas que pronto partirían. Muchas la nombraban, algunos sin decir palabra alguna, pero todos querían hablarle. Nadie le conocía.

Imponía su voluntad como una princesa (cosa que no aseguraba que su voluntad fuera hecha) y arremolinaba los mundos (incluso aquellos de los que no tenía conocimiento) a su alrededor. Se dormía muy entrada la noche realizando la misma actividad con la que había saludado el día y soñaba. Nadie sabe con qué soñaba.

Tenía pánico escénico, pero alucinaba con la fama. Tenía tres soles gemelos con los que coloreaba la aurora. Sabía francés y no le gustaba el brócoli. Acostumbraba saltar, aunque sus saltos terminaran casi siempre en caídas. Tal vez buscaba tocar sus ojos.

No sabía lo que era una amazona, aunque asemejaba enormemente una. Era una criatura ajena al orden (como muchos) y cuando realizaba el extenso viaje desde su cama a su asiento, procuraba hacerlo todo de memoria y cerraba sus ojos, para ni siquiera percatarse de como todo a su alrededor seguía igual. Así sobrevivía. Nadie en verdad la conocía.

El mundo le parecía aburridísimo, por lo que prefería habitar en uno que no fuese real. Cantaba muchas canciones que nadie escuchaba, muchas de ellas de fabricación propia. Sabía perfectamente como apalear la guitarra.

Soñaba, la pequeña soñaba. Soñaba con un mañana distinto, que no se pareciera a ningún otro. Soñaba muchas, muchas cosas (sólo Morfeo y su cuervo las conocen todas) y cuando despertaba, seguía soñando, sin tregua, que la vida era un juego del que ya conocía todos los secretos. Un juego mil veces transitado pero que, aún así, tenía todavía mucho por ofrecer.

Así era ella, tan parecida como distinta. Desconocida y familiar. Buscando.



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El mundo que no piensa

No sé si creer las locuras de un texto de dudosa autenticidad, que hallamos mi grupo de arqueólogos y yo cerca de un área en la que ni los animales habitan. El texto es una carta dirigida hacia un futuro lejano y en la cual se nos habla de un pasado horrible que consumió a los seres de aquella época antiquísima. Llevé el texto donde un camarada científico que me estimó la edad promedio del texto, plasmado sobre una extraña fibra sintética parecida a la médula del tronco con la que hoy día se crea el papel ordinario. El extraño papiro poseía una legitimidad innegable, el idioma era tan antiguo, que no había registro alguno en ningún archivo existente sobre la tierra. Necesité cuatro expertos en semiótica, los cuatro mejores del mundo, y dos meses de trabajo ininterrumpido para descifrarlo y al terminar, todos se sentían ciclópeamente satisfechos. El documento literal expresa lo siguiente:
“Les advierto, les advierto a ustedes. Ustedes que poseen el don de la mente, abrácense a él y encájenles los dientes, porque sólo yo quedo con algo de ese sentido en mí, en este futuro que parece el más prosaico y antiguo abismo. Mi carta posiblemente no alcance su época. Aquellos eones y eones de sembrada nulidad que seguirán el camino estrecho de mi texto agonizante, pero que lleva un dulce rayo de esperanza de que su nuevo mundo no muera como el mío, este mundo de pesadilla en donde nadie piensa ya.”
“Todo parece haber comenzado hace unos doscientos años. Hace ya demasiado tiempo que las horas, días, meses y años dejaron de contarse pues nuestra raza se volvió demasiado perezosa y ya no tenía ninguna razón para medir el tiempo. Pero me permito hacer un estimado con lo poco de mis sentidos que no ha fallecido. La época de la razón había concluido con refulgente magnificencia dejando vestigios en el arte, la literatura y el estudio de la mente. Los derechos del hombre se afianzaban en sus cimientos formando un aparente futuro más brillante. Las guerras nacían una detrás de la otra, pero todas concluían y parecía que
todo seguía hacia donde la libertad extiende sus alas.”

“La modernidad creaba grandes inventos y crecía con desesperación, como si quisiera reponer el tiempo perdido. Cada diez años la tecnología cambiaba increíblemente y cada cambio iba produciéndose en un tiempo cada vez menor. La exageración nos gobernó, hasta que cada día era un nuevo invento, una nueva renovación de lo antiguo y luego, fatalmente, agotamos todo lo que con nuestras manos podíamos crear.”

“Entre tanto, además, asesinábamos nuestro mundo lentamente, como un virus; como un tumor, como un lascivo mal aún indeterminado. La tierra se pudrió, pero aún quedábamos nosotros y la manteníamos viva con nuestra tecnología pergeñada y abúlica, todo por miedo, todo por subsistir. Ese fue nuestro mayor error.”

“La tierra se volvió un desierto desde el este al oeste, del norte al sur. Todo era inhabitable. Así que el hombre desarrolló ecosistemas bastardos, tan irreales como su moderna humanidad, su utopía maldita. Habitamos ese espacio entre distracciones y modas, volviéndonos ajenos a la verdad. Éramos indeseados en este mundo, en esta galaxia, en este universo tridimensional.”

“Equilibrándose entre modas ordinarias y música rapaz, se deformaba todo lo que, de alguna forma, desarrollaba la razón de los seres humanos. Los libros fueron suplantados con el cine y la televisión, cada vez más modernos, hasta que el ser humano perdió algo que hasta ahora no ha recuperado: su imaginación. Todo fue de mal en peor. Nuestra naturaleza se volvió, junto a nuestra civilización, la cuna de la desidia.”

“Lentamente esa falta de uso de la mente fue atrofiándola. Todos cayeron. Ni siquiera sé como sigo en uso de mis facultades, pero no canto victoria, pronto aquellas crípticas hiedras me devorarán y seré un vegetal más. Debo ser breve, pero sin omitir nada, ustedes deben saberlo, deben saber... Todo lo que he contado, desde un principio, todo ha sido un error, pero ninguno tan grande como el que sucede a todo esto, ese error que nos persigue, ese error que veo cuando miro a mi alrededor. Los humanos no somos humanos, somos monstruos, espantosos monstruos infernales. No nos conformamos con vivir y morir. La vida se nos hizo muy corta. Por eso trajimos el infierno… que no es llamas ni azufre. Nunca permitan que eso se cree y se permute, evítenlo a toda costa. Nuestra blasfemia fue ofensiva para todo residuo de etéreo resplandor. Nunca permitan que el infierno nos envuelva, y eso sucede justamente después que… después que… “
De este modo concluía el texto, hallado en las ruinas del fin del mundo. La recuperación fue total, pero nunca se encontró su conclusión, ni tampoco tuvo caso revisar una y otra vez el papiro en busca de alguna tajada respuesta. Lo más horripilante de todo es que, si el texto es tan auténtico como dicen nuestros aparatos, vamos en la misma dirección hacia el abismo. Estamos en el Siglo XXI, después del nuevo inicio. El sol brilla hermoso sobre mi cabeza y sólo me acompaña, en esta colina floreada, la esperanza de nunca vivir…en un mundo que no piensa.
Fin
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Para mi linda camarera I
Premiado en el Concurso Nacional de Talleristas (Organizado por el brillante escritor dominicano William Mejía).
Por un momento creí escuchar el eco lacónico de tu mensaje añorado, pero resultó ser el vestigio onírico de mi delirio consiente… De un vaivén de las olas otoñales. Del sopor de entelequias fantasmales. De la bruma de estos sueños vigilantes nació el suspiro de tu llamado. Tráenos otra ronda, mi linda camarera, ¿es acaso ésta la primera vez que te vi? No es que mi persona pase mucho por aquí, pero la tierra de sus zapatos, el sudor de su barbilla, la sombra imponente de su nariz europea, no me hubieran sido indiferentes. ¿Acaso atiende a alguien más? Porque si es posible quisiera acapararla para mí, y no tiene que mal entender mis palabras, nada raro he de proponer, solo deseo descansar un poco a la sombra que su alma destila, como un gran manzano o un cedro errante. Le ofrezco asiento, pero le advierto que sólo lo ofrezco mientras cumpla el requisito de su cercanía. Tres centímetros como más entre nuestras posaderas, ¿será descarada mi oferta? Pero es que con tesoros como usted uno olvida los modales… no siempre, sólo a veces, cuando su mirada nos agarra de improvisto, no crea que mis modales implotaron al verle, más bien descansan unos segundos para volver y ayudarme a complacerla. Mi linda camarera, ¿cuidaría usted mi vida? En cambio yo le ofrezco velar sus sueños. Tengo una espada guardada en el armario, ¿o debería decir mi armería?, invisible a ojos ordinarios, pero clara y brillante para usted y para mí. Con ella destruyo al mero atisbo de oscuridad que se pose sobre su cien, en busca del néctar de sus labios que reclamo, para siempre, mío. Le dejo su propina, se la ha ganado, pero espero una promesa, si no acepta mi propuesta, al menos quédese en mí hasta que yo muera… tal vez sea pronto, no lo sé, ¿me complace usted esta vez? Pero en la más abstracta alusión, la taberna ya no estaba, será que me he vuelto loco o que me ha rechazado la ingrata, lo que sé es que el gato que no tengo me ladra en la puerta y los peces de arco-iris maldicen mi nombre en alemán, no parece nada real, pero si esto es un sueño, mi camarera ¿dónde está? ¿Se me habrá olvidado en el diván? Pero que tonto, si me la guardé en el bolsillo, excusen mi falta de cordura.

5 comentarios:

  1. completamente de acuerdo con lo aquí expresado.
    abrazo

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  2. oye pues está muy bien y muy de acuerdo con todo.

    abrazos clara.

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  3. Si digo algo màs de el tal vez no quepa en el blog. Será más prudente solo reafirmar lo ya dicho. Así es Jonathan, incluso más, pero no menos.

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  4. Aaaaaah qué guapísimo tu hijo, se parece a su preciosa madre.

    Te sigo mañana, sólo he dado un paseo y me he percatado de que tu post de hoy requiere una concienzuda lectura, vendré mañana con más tiempo.

    Te envio un abrazo

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  5. Gracias a los cuatro. Velpister, por su comentario el apoyo brindado a mi hijo a través de la red; a Ángel (Voltios) por su comentario y seguimiento a mi blog; a Trigal, chiquita linda, por estar, ser y acompañar a mi hijo,gracias a Dios encontró una muchacha buena; y por último a Aurora, de quien no he tenido más que atenciones y, a pesar de que no tiene tiempo, pasa por aquí. Son geniales! Un abrazo a los cuatro.

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