Oscar Abreu
Lenguaje de un silencio elocuente
El drama humano juega un papel fundamental en la obra de este creador que asume y apuesta, enfrentando sus ángeles y fantasmas, y mostrando unos personajes desnudos ante sus miedos personales.
Rostros que mantienen un discurso coherente. Imágenes que conectan con una realidad ensordecida. Llamado de un creador que observa y se desvela. Pensamientos que fluyen. El artista se enfrenta a su trabajo y confluyen su emoción, la del espectador que espera estar frente a la obra, la de ambos, porque en su intensa trayectoria Oscar Abreu ha rendido homenaje a la esencia humana, manifiesta en cada espacio posible de la tela.
Expresionismo puro, vivo, perenne, donde el drama humano juega su papel: surge y resurge con sus preguntas y respuestas, todo aliento movido por el espíritu creador de un artista que asume y apuesta, que enfrenta sus ángeles y fantasmas, y muestra unos personajes desnudos ante sí mismo y ante sus miedos personales, marcados por el dolor, el hambre, la indiferencia, la ira, así también el amor, el odio, el sufrimiento.
Y en este trayecto, se devela la energía humana, entre gestos y silencios que se conjugan con la realidad objetiva. Oscar Abreu ya ha manifestado: “Mis personajes cuentan una historia, son sobrevivientes que hubiesen deseado no haber nacido. Mis obras hablan de la historia de una humanidad marcada por las diversas matanzas, expresan cómo se mueve el mundo actualmente, cómo percibimos nuestro entorno, cómo reaccionamos y cómo nos resignamos y aceptamos todo. En mi obra, el gesto es parte esencial y es poesía”.
Cuando Abreu expresa que su obra nace del instinto, del ritmo, la energía, sus vivencias y de los retos que tiene la vida, habla de una simbiosis o un ritual, “donde mis pensamientos, mi ser, y mi visión ideológica y filosófica, quedan registrados en la canva, en el papel, en la arcilla, en el hierro, en la madera, etc. El lienzo se vuelve parte de mí y yo en parte del lienzo”.
En sus manos, los materiales se modelan: pintura, tinta, hierro, madera, responden al llamado de este artista –creador-, que se encuentra dispuesto a expresarse, haciendo referencia a lo que clasifica como estructura de sus recuerdos, formando una especie de mapa o rompecabezas donde cada pieza tiene que encajar. De ahí, confiesa él, utiliza formas, cuadros, símbolos, líneas y manchas como su lenguaje personal, a fin de describir el origen y el patrón de su personalidad, de su entorno, con el propósito de provocar tocar la conciencia del espectador.
“Soy un creador por naturaleza, cuando la vida me golpea soy más prolífico. He comprendido que se trata de la pura necesidad de liberar mis demonios, de interpretar mi vulnerabilidad o incapacidad racional. La forma en que percibimos los fenómenos en nuestro alrededor es lo que marca la diferencia entre un hombre y otro, de igual modo nuestros objetivos nos hacen reaccionar de manera particular. Si entendiera que todo está predeterminado diría que nací para ser artista, pero prefiero no creer en esta posibilidad, y levantarme cada día con todos los problemas y satisfacciones existenciales que el hombre puede provocarse a través de sus acciones y decisiones. Creo que descubrí este medio como una forma de soportar mi propia existencia, ya que cada obra se convierte en una descarga emocional. El arte para mí es una forma de enfrentar la realidad”.
Oscar Abreu prefiere que su obra se observe con la mente liberada de patrones prefijados y libres de cualquier tipo de intoxicación e interpretaciones académicas, para que la imaginación no tenga fronteras y el espectador disfrute del enigma y el diálogo que genera su estado de ánimo con la obra.
En la actualidad, y desde el Centro Abreu, coordina acciones para desarrollar una estructura permanente a favor del arte dominicano con programas de exposiciones, talleres de apreciación del arte y pintura tanto para jóvenes como para adultos. Desde allí, realiza una constante labor de promoción y difusión con artistas emergentes y ya establecidos, tanto en el país como en el exterior.
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